miércoles, 15 de abril de 2015

¿Una futura "singularidad"?


Pero el futuro de la humanidad, acelerado por la tecnología, podría llevar a un tipo de noosfera muy diferente de la que Teilhard, McLuhan y Toffler pudieron imaginar. 

Nos advierte Kurzweil que la tecnología está avanzando a un ritmo cada vez mayor, porque el cambio tecnológico es exponencial. Actualmente, la potencia de las tecnologías de la información se dobla aproximadamente cada año. Así, “durante el siglo XXI no experimentaremos cien años de avance tecnológico, sino que presenciaremos alrededor de veinte mil años de progreso medidos al ritmo de progreso actual, o alrededor de mil veces más de lo conseguido en el siglo XX” ("La singularidad está cerca", p.12). 

Observamos este fenómeno de aceleración tanto en el desarrollo de la computación como en el desarrollo de internet, en la robótica y en la biotecnología. Los conocimientos de biología han crecido también exponencialmente gracias a la tecnología, que permite penetrar cada vez a mayor nivel de detalle en los organismos vivos para conocer como están constituidos y como operan.

    “Dentro de veinte años habremos aumentado nuestra capacidad de computación por lo menos en un millón de veces y habremos mejorado mucho la resolución y el ancho de banda del escaneo [del cerebro]. De manera que tenemos confianza en que podamos reunir los datos suficientes y las herramientas de computación necesarias para poder hacer un modelo y simular el cerebro entero durante la década de 2020. Esto permitirá combinar los principios operativos de la inteligencia humana con las formas de procesamiento inteligente de la información que hayamos adquirido gracias a otras investigaciones sobre inteligencia artificial. También nos beneficiaremos de la inherente capacidad de las máquinas para almacenar, recuperar y compartir rápidamente cantidades masivas de información. Entonces estaremos en condiciones de poner en práctica estos potentes sistemas híbridos en plataformas de computación que superen con mucho las capacidades de la arquitectura relativamente fija que tiene el cerebro humano.” (p.221)
Estaríamos pronto a entrar en una nueva era que “será el resultado de la fusión entre el enorme conocimiento alojado en nuestros cerebros y la enormemente superior capacidad, velocidad y agilidad para compartir información de nuestra tecnología. Así, la [nueva] quinta era permitirá que nuestra civilización humano-máquina trascienda las limitaciones de las tan solo cien billones de conexiones extremadamente lentas del cerebro humano” (p.22). “A mediados del siglo XXI los humanos podrán expandir su pensamiento sin límite” (p.372). 
Ésto puede parecer ciencia ficción, pero hemos de recordar que la medicina y la biotecnología ya resuelven problemas cerebrales introduciendo microchips en el cerebro, como en casos de epilepsia y Parkinson. También se está abordando la enfermedad de Alzheimer, una vía que podría abrirnos a ampliar nuestra memoria en forma artificial con implantes cerebrales, lo cual permite creer que las proyecciones de Kurzweil no son tan fantasiosas. Y ésto lleva a preguntas profundas acerca de la identidad humana. 

Al mismo tiempo, vemos como avanzan los sistemas que permiten no solo el control mental de nuevas prótesis por el mismo cerebro sino incluso la comunicación de cerebro a cerebro. En marzo de 2014, un equipo de científicos ha logrado que dos personas se comuniquen mentalmente con un 'hola' y un 'ciao' a más de 7.000 kilómetros de distancia, entre Fracia y Thiruvananthapuram, en la India. Un gorro de última generación que lee la actividad neuronal fue el responsable de enviar las palabras "hola" y "ciao" a un sujeto receptor situado en Francia, que lo recibía mediante un dispositivo de neuroestimulación (Transcraneal Magnetic Stimulation). (Plos One, "Conscious Brain-to-Brain Communication in Humans Using Non-Invasive Technologies ", 19/08/2014) 

Más aún: investigadores de la Universidad de California han desarrollado sensores del cerebro tan pequeños como una mota de polvo, que pueden ser infiltrados en nuestra cabeza para registrar la actividad eléctrica de las neuronas. Cada conjunto de estos sensores del cerebro tendría un tamaño aproximado de 100 micrómetros (la décima parte de un milímetro). Para evitar cualquier daño o problema neuronal, los sensores irían recubiertos de un biopolímero. Se ls podría acoplar un transceptor, que se encargaría de recibir y procesar la información obtenida (Alt1040.com, 17/07/2013). De ahí a acoplar el cerebro directamente a internet, solo hay un paso. 

Según Kurzweil, la "quinta era" de la humanidad va aún más allá. En la década de 2020, podríamos contar con máquinas capaces de duplicar completamente el cerebro humano. Y, en las décadas siguientes, la unión de este tipo de avance con los de la nanotecnología y la robótica harán que el cerebro humano multiplique miles o millones de veces su capacidad e incluso que se "duplique" en clones artificiales.
    "Nanorobots más sofisticados harán de interfaces con nuestras neuronas biológicas para mejorar nuestros sentidos, proporcionando con ello realidad virtual y aumentada procedente del interior del sistema nervioso. También ayudarán a nuestra memoria y realizarán otras tareas cognitivas rutinarias. Entonces seremos cyborgs, y desde ese punto de apoyo en el interior de nuestros cerebros la parte no biológica de nuestra inteligencia expandirá sus capacidades exponencialmente. 
    En último término, los humanos basados en software se habrán expandido mucho más allá de las limitaciones humanas tal y como las conocemos hoy en día. Vivirán en la web proyectando sus cuerpos cuando quieran o lo necesiten, lo cual incluirá cuerpos virtuales en diferentes ámbitos de realidad virtual, cuerpos proyectados holográficamente, cuerpos proyectados mediantes foglets y cuerpos físicos que contengan enjambres de nanorobots y de otras formas de nanotecnología. A mediados del siglo XXI los humanos podrán expandir su pensamiento sin límite." (Kurzweil, p.372)
Aún si el hombre del futuro resulta ser un híbrido (biológico con prótesis de silicio u otros componentes), con una capacidad mental enormemente ampliada, su experiencia subjetiva seguirá siendo la de un ser humano en su totalidad. Del mismo modo que la mayoría de nuestras células son regeneradas en cuestión de semanas, el reemplazo por prótesis artificiales – y el agregado de éstas – no alterará nuestra identidad, porque la identidad no descansa en la materia sino en los patrones organizativos de todo lo que nos compone, patrones que evolucionan lentamente con el tiempo (Ya no soy hoy el que era hace veinte o cincuenta años, aunque mi identidad perdura) – y está ligada a los “receptores de identidad” de nuestras células, agregaría Bruce Lipton (cfr. "La biología de las creencias") –. A no ser que se llegue en algún momento a crear un duplicado artificial completo (clon), la identidad no variará. El duplicado sería evidentemente otro ser, que irá modificando progresivamente sus patrones. ¿Sería también un ser humano, un robot o algún nuevo tipo de entidad inteligente? He aquí una pregunta por ahora sin respuesta. Pero si fuese totalmente digital, sería una realidad virtual que se podría difícilmente considerar como ser humano. 

Referencia: Kurzweil, R.: La singularidad está cerca, Lola Books, Berlín, 2012.

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