Los educadores no siempre se acuerdan de ver su labor como una labor de comunicación y de reflexionar sobre ella desde este punto de vista, como ordenan las Ciencias Cognitivas. El fenómeno de internet y los múltiples problemas que enfrentan, sin duda, con alumnos más interesados por las redes sociales y contenidos accesibles con sus celulares que por sus clases, sin embargo, les está llamando la atención en la dirección correcta y les obliga a repensar sus métodos de enseñanza.
Pero en el campo de los medios de comunicación existe mucho menos conciencia de que también son un medio de aprendizaje e incluso uno muy poderoso. Y este poder se ha incrementado con el fenómeno de la "personalización", que ajusta cada vez "mejor" los contenidos enviados a los intereses y gustos de los destinatarios. Así, en un efecto "bola de nieve", consumiríamos cada vez más lo que coincide con nuestras propias opiniones y desconoceríamos las opiniones y argumentos diferentes.
Las redes sociales parecían inicialmente facilitar la difusión de opiniones diversas, pero se está observando un movimiento inverso con los sistemas de análisis de datos personales. Los usuarios de redes sociales, en vez de encontrar opiniones diversas, son guiados ahora hacia informaciones que responden a lo que les gusta y a lo que expresan dentro y fuera de la red. Como lo señalaba M.Costabal, “la espontánea y fácil agrupación de personas en estas redes sociales tiende al abundante desarrollo de pequeñas comunidades virtuales de intereses afines y puntos de vista muy similares al interior de cada una de estas” (El Mercurio, 24/05/2011). Con los medios sociales el balance, los contrapesos, los intercambios de opiniones diferentes tienden a disminuir y, con ello, la aparición y desarrollo de la sabiduría popular o “sabiduría de masa” se ve afectada, como ha sido señalado por Brandon Keim sobre la base de los experimentos de Jan Lorenz y Heiko Rahut en la universidad tecnológica ETH de Zurich (Suiza): “el conocimiento acerca de las estimaciones de los demás reduce la diversidad de opiniones hasta tal punto que socava la sabiduría colectiva” (Wired, 16-05-2011). Se forman las llamadas redes “asortivas”, término que hace referencia a la capacidad de los nodos de una red para agruparse con nodos parecidos a ellos, cada vez menos conectados y menos abiertos a un pensamiento diferente. Y esta situación está alterando la estructura de las relaciones a nivel mundial.
El tema de la personalización no puede ser tratado al margen del tema de la vida social, del bien común. Se trata, en esencia, de un tema de ética de las comunicaciones, algo que – desgraciadamente – parece ser ignorado por la concepción actual del mercadeo digital, influenciado por la fe ciega en la “objetividad” de los algoritmos. Y si esto ya es éticamente cuestionable, no olvidemos lo fácil – y perverso – que es introducir en un algoritmo un pequeño factor que favorezca (invisiblemente) los intereses de una empresa o una facción política. ¿Tenemos realmente acceso a lo más significativo y lo más beneficioso (para nosotros y para la comunidad)? ¿O solo a lo que algunos parecen preferir y a lo que los creadores de algoritmos creen más “adecuado” o más “representativo” para nosotros - o ellos mismos - según sus propios (y desconocidos) criterios? (Vea mi libro "Algoritmos, grandes datos e inteligencia en la red").
Otra aspecto de las comunicaciones digitales es el de sus consecuencias en el mismo cerebro. La lectura en móbiles es muy diferente de la lectura de impresos. Se le da menos tiempo, ocurre muchas veces en ambientes que no favorecen la concentración y parece responder también a intereses más específicos. Y muchos “e-diarios”, tratando de ajustarse, incluyen enlaces (hipervínculos) que interrupen o redirigen cada vez más la lectura. Se fragmenta la lectura, siguiendo una nueva regla para toda información disponible en internet. Así, el “alimento” digital de la mente pasa a ser fragmentario y el lector debe posponer el esfuerzo de reflexión para cuando haya acumulado los múltiples fragmentos que respondan a su criterio de búsqueda1. Pero la lectura rápida pasa a ser la conducta primordial, en reemplazo de la lectura profunda que pasa – de este modo – a ser un recurso “de segunda línea”, lo cual – evidentemente – también conduce a pensar de otra manera.
“Docenas de estudios a cargo de psicólogos, neurobiólogos, educadores y diseñadores web apuntan a la misma conclusión: cuando nos conectamos a la Red, entramos en un entorno que fomenta una lectura somera, un pensamiento apresurado y distraído, un pensamiento superficial.” (Carr, p.143)
Otra consecuencia es que a medida que aumenta la información disponible en la red y que mejoran las tecnologías de procesamiento de datos junto con las herramientas para buscarlos y filtrarlos tenemos cada vez menos necesidad de memorizar esta información. Con horas y horas conectados, utilizando cada vez más los buscadores para recopilar información, se fortalecen nuestros circuitos neuronales dedicados a explorar, filtrar y realizar múltiples tareas, pero ésto perjudica nuestra capacidad para pensar profunda y creativamente, para deliberar y razonar frente a un problema. Dada la plasticidad de nuestro cerebro, nuestros hábitos online reverberan en el funcionamiento de nuestras sinapsis cuando no estamos online (Carr, p.174).
¡Lo peor del efecto de aprendizaje de las comunicaciones digitales es la alteración de los cerebros!
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