La globalización es una suerte de neocolonialismo occidental a nivel mundial, fruto de las tecnologías desarrolladas en Occidente, y llevado por empresas multinacionales basadas en la economía occidental (reducida a la búsqueda del máximo provecho). La cultura occidental, de tradición judeo-cristiana, ha sido "destradicionalizada", para adecuarse a una nueva "modernidad" sin alma y sin memoria (Duch, pp. 18-19).
Solo esta "destradicionalizacion" puede explicar la ausencia de ética (o la despreocupación por ella) en grandes empresas como Facebook, Cambridge Analytica y similares.
El capitalismo se ha transformado en religión y su lenguaje es el de "las (des)calificaciones absolutas y de los reduccionismos del misterio a objetivaciones sometidas a la férrea ley de la oferta y la demanda." (Duch, p. 41).
El fondo religioso de la cultura occidental ha sido reemplazado por una "ideología del progreso", que es esencialmente económica y tecnológica.
Las instituciones parecen incapaces de orientar los miembros de la sociedad y los grupos defensores de ciertos valores - como los derechos humanos o la protección de la naturaleza - son poco escuchados por las autoridades con real poder.
Paradojicamente, el individualimo - producto de esta nueva ideología - crece a la par de las redes sociales, donde muchos tratan quizás de encontrar orientaciones para su vida diaria, a falta de los valores que no han recibido en una educación "destradicionalizada". (Y se pretende a veces, como en un proyecto chileno, suprimir cursos de historia en la secundaria.) O bien se recurre a la literatura de auto-ayuda (exitosa) o a prácticas esotéricas. ¿Los suicidios juveniles, también en auge, no serían también producto de lo mismo? "El alma ha perdido sus alas" dice Gilles Quispel (citado por Duch, p. 56).
En efecto, el olvido de lo trascendente, que formaba parte de nuestra tradición judeo-cristiana, solo puede conducir a la pérdida del sentido de la existencia.
No se trata de volver a la tradición para intentar inponer "artefactos imaginados y perecedores" (o de imponer prácticas religiosas) sino de buscar y reavivar sus valores imprescriptibles, como el verdadero sentido de lo trascendente y la "cura del otro" (que es el núcleo del cristianismo, destruido por el egocentrismo consumista).
Referencia: Lluís Duch, El exilio de Dios, Fragmenta Editorial, Barcelona, 2017.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.