martes, 11 de mayo de 2021

La mente y el conocimiento

 El conocimiento es algo asociado a la mente, expresión del contenido de la memoria, que es parte del cerebro. Así, explicar la naturaleza del conocimiento depende de cómo explicamos la naturaleza y el funcionamiento de la mente.

Según K Wilber, hay tres modalidades de conocimiento: el “ojo de la carne” o empirismo, el “ojo de la mente” o racionalismo y el “ojo de la contemplación” o misticismo. La ciencia moderna, desgraciadamente, pretende que esta tercera modalidad carece de validez.

Antes de la Era Moderna, las grandes tradiciones y la filosofía dominante consideraban que "la realidad está constituida por un tejido de niveles interrelacionados –que van desde la materia hasta el cuerpo y, desde éste, hasta la mente, el alma y el espíritu–, en el que cada nivel superior «envuelve» o «engloba» las dimensiones precedentes". (Wilber, p.19)

Desde el Siglo XVII, se sucedieron varias propuestas filosóficas: empirismo, racionalismo, idealismo, positivismo, fenomenología. Finalmente, la ciencia moderna ha preferido el positivismo. Para éste, la ciencia parte de la observación de los fenómenos y, a partir de ellos, intenta explicarlos elaborando teorías que reúnen leyes generales. Rechaza toda búsqueda de propiedades ocultas: solo admite “lo real” observado. Pero quizás sea una concepción demasiado estrecha de la ciencia, porque es esencialmente materialista y el conocimiento engloba sin duda dimensiones que escapan a la metodología positivista.

La ciencia moderna (positivista) nos puede decir mucho sobre el reino sensorial, un poco sobre el reino mental y nada sobre el reino contemplativo. Pero ha pretendido erróneamente que solo lo medible puede ser objeto de conocimiento científico. Muchos científicos que pretenden estudiar la conciencia afirman de partida que no existe nada fuera del mundo material, lo cual es un prejuicio ajeno al espíritu científico.

 "La miseria de la modernidad, en consecuencia, consistió en la reducción de todas las dimensiones interiores (del «yo» y del «nosotros») a superficies exteriores (a «ellos» objetivos), lo cual, obviamente, destruye por completo toda dimensión interior." (Wilber, p.81)

Recuperar una visión más integral del ser humano y de la naturaleza del conocimiento implica superar el materialismo y el monismo. El materialismo es una doctrina según la cual los hechos físicos acerca del mundo agotan todos los hechos, los hechos psicológicos explicándose a partir de los hechos biológicos, y éstos a partir de los hechos físicos, y para el monismo solo existe esta realidad física. Un buen número de científicos son materialistas y monistas: para ellos el mundo es un sistema cerrado y todo debe poder ser explicado a partir de las leyes que gobiernan el mundo material.

Pero es difícil considerar la experiencia mental (la conciencia) como un hecho puramente físico. Algunos científicos quieren explicarlo hablando de “emergencia” de nuevas propiedades a medida que un sistema se vuelve más complejo. Esto sigue siendo un enfoque funcionalista, que explica las operaciones cerebrales en el nivel biofísico, pero no aclara nada en cuanto a la naturaleza de la conciencia y de la mente.

La alternativa clásica ha sido, desde Platón, el dualismo, que separa el mundo de las ideas (y el pensamiento) del de la materia (como el cuerpo, el cerebro). Hay otro tipo de dualismo, según el cual la concienca sería una característica del mundo, más allá de sus características físicas, pero sin ser una “sustancia” aparte. Es, a nuestro parecer, lo que invoca Edgar Morin cuando rechaza tanto el monismo como el dualismo y propone el “unidualismo”, que también se podría considerar como una forma de monismo (no materialista en este caso) si se considera que lo físico y lo fenoménico se toman como dos aspectos diferentes de la realidad. El unidualismo es lo que la tradición cristiana ha predicado acerca del ser humano: “En el hombre, el espíritu y la materia no son dos naturalezas unidas, sino que su unión constituye una única naturaleza”. (Catecismo de la Iglesia Católica, 1992, n°365).

Gracias a la conciencia, tenemos acceso a nosotros mismos y, así, a la parte de la realidad de la que somos hechos. Tenemos acceso y dominamos las mismas características espacio–temporales y organizativas que dominan gran parte de lo real y, por lo tanto, si bien puede haber una realidad que escapa a estos caracteres, tenemos acceso y podemos dominar toda la “realidad perceptible y concebible”, que es con la cual compartimos características comunes. Ésto porque nuestras estructuras cognitivas son el producto de estas características del mundo. El aparato cognitivo se desarrolló en el mundo reconstruyendo el mundo dentro de sí y a partir de las características de este mundo que no es meramente material.

En esta perspectiva, la ciencia tendría que aceptar que existen propiedades y leyes fundamentales del universo que no hemos podido descifrar aún pero que, en principio, podrían explicar la superveniencia de la conciencia en los seres humanos aún después de la muerte.

El conocimiento científico, en consecuencia, se puede extender más allá de lo que permiten las reglas del empirismo y del positivismo. No hay razón alguna para limitar la ciencia a las realidades materiales ya que el método científico es aplicable más allá de éstas. El "interior de las cosas" (como lo llama Teilhard de Chardin) no es medible pero tiene valor y significado. Y pueden existir métodos que permiten descubrir y asentar esta “otra” realidad.

La verdadera actitud científica es la apertura a los desafíos y a la revisión permanente de “lo establecido”, por cuanto el progreso del conocimiento lleva constantemente a revisar lo acumulado en el pasado. Rehusarse a considerar la dimensión espiritual del mundo, del ser humano y del conocimiento mismo no es una actitud científica.

“El error del empirismo estrecho reside en su fracaso en advertir que, además de la experiencia sensorial, también existe una experiencia mental y una experiencia espiritual. El error de los kuhnianos consiste en su fracaso en darse cuenta de que las prescripciones no sólo se aplican a la ciencia sensoriomotora sino a todo tipo de conocimiento válido. Y el error de los popperianos reside en el intento de circunscribir la falsabilidad a datos únicamente sensoriales, con lo cual el criterio del conocimiento mental y espiritual –«falsable por los datos sensoriales»– rechaza de entrada de modo implícito e ilegítimo esas modalidades, cuando lo cierto es que los malos datos de esos dominios son realmente falsables, ¡pero sólo recurriendo a datos adicionales procedentes de esos dominios, no a datos de los dominios inferiores!” (Wilber, p.197)

 “La ciencia puede convivir pacíficamente con las modalidades del conocimiento espiritual.” (Wilber, p.31)

Si las ciencias sociales pueden basarse en observaciones no-experimentales, las ciencias de la mente pueden basarse en observaciones de experiencias mentales. No es científico descartar a priori estas experiencias.

Referencia
Colle, R. (2016): La ciencia y el espíritu, Autoedición, Santiago de Chile, 2016. PDF en Academedia.eduePub

Morin, E.: La méthode: 1. La nature de la nature (1977) 2. La vie de la vie (1980), 3. La connaissance de la connaissance (1986), París, Seuil.

Wilber, K. (1998): Ciencia y religión, Barcelona, Kairos.

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