martes, 11 de enero de 2022

¿Desmentir o no desmentir?

Hace más de 50 años, se me enseñó en la universidad que no convenía desmentir los rumores: los desmentidos solo los reforzarían. Obviamente, se referían a la prensa, en una situación muy diferente de la actual. ¿Es esta indicación aún válida hoy?

Ya sabemos que las redes sociales se llenan en parte de noticias falsas, de opiniones absurdas, de contenidos seudocientíficos, de conspiraciones extrañas, de denuncias con y sin bases. "La desinformación se ha convertido en una censura que condiciona nuestra opinión" decía Eduardo Martínez en 2018 en la web Tendencias21. "La presencia de solo un 1 % de personas acríticas o de bots que propagan un rumor de forma automática hace que este circule más rápido: el tiempo se puede reducir en un 20 % para alcanzar a la mitad de la población conectada a una red social como Whatsapp" (Agencia Sinc, 1/03/2021).  ¿Entonces, deberían ser desmentidos? El fenómeno de las burbujas (seguimiento de quienes piensan igual) hará que no sean atendidos o que se vean como un refuerzo, por lo cual serían inútiles.

En relación a las noticias falsas, las investigaciones del Reuters Institute han demostrado que las fake news son un fenómeno marginal en el consumo de internet. No aludir a ellas (no desmentir), entonces, salvo casos excepcionales, puede seguir siendo une buena norma de conducta. Los medios de comunicación han aprendido a lidiar con los contenidos dudosos. Hoy, la mayoría de los periodistas están entrenados para hacer las verificaciones requeridas (fact checking) ante los rumores y la publicación de “novedades” – por no decir “noticias” – por particulares en las redes sociales.

La mejor forma de "luchar" es asegurar información verificada y, de este modo, crear confianza. "El principal problema de la información y del periodismo es la confianza. Y la confianza no se reconstruye hablando todo el tiempo de la parte negativa de la información, sino reforzando el sistema de información virtuoso, basado en la calidad” (A.Amado, "Las metáforas del periodismo").

¿Pero qué hay de los contenidos no periodísticos?

Las grandes plataformas han instalado sistemas que combinan mecanismos de análisis mediante inteligencia artificial y personal que se dedica exclusivamente a observar lo que los usuarios suben a la red, para eliminar los contenidos considerados más dañinos e incluso cuentas completas. Pero un documento interno de Google, titulado “The Good Censor”, que se filtró en octubre 2018, concluyó que este tipo de filtrado es una utopía y que las plataformas “se vieron perjudicadas por modificaciones hacia la censura”. Quién detecte un contenido indebido puede denunciarlo. Normalmente los moderadores responden rápido a la denuncia y pueden obligar al infractor a borrar publicaciones privadas, suspenderlo o directamente borrar su cuenta (Tekcrispy, 2/10/2021). Reaccionar personalmente por la misma vía no parece aconsejable. Las reacciones crean nuevas reacciones, tanto - y sobretodo - para el odio como para otras afirmaciones o agravios.

¿Y que hacer con las denuncias de distintos tipos de delitos? Los delitos deben denunciarse ante las autoridades pertinentes. Las redes sociales no son policías ni tribunales, aunque pueden ser útiles para la justicia, especialmente con la publicación de fotografías "en el lugar de los hechos". Pero no pueden transformarse en justicieros. Se conocen varios casos de errores que tuvieron gravísimas consecuencias. Detectar denuncias falsas puede lograrse gracias a técnicas de procesamiento del lenguaje natural y aprendizaje automático aplicadas al lenguaje de las denuncias como las incluidas en la aplicación llamada VeriPol que desarrolló la Universidad Complutense de Madrid (Agencia SINC, 18/09/2018).

Los países autoritarios pueden "ir más lejos", bloqueando las plataformas o filtrando sus contenidos. China creó en 2018 una plataforma, llamada Piyao (que significa “refutar rumores”), para luchar contra los rumores en internet, donde se expresaba que: “Los rumores violan los derechos individuales, los rumores crean pánico social, los rumores causan fluctuaciones en las bolsas, los rumores afectan las operaciones comerciales normales, los rumores atacan abiertamente a los mártires revolucionarios.” (El Mercurio, 31/08/2018). A pesar del objetivo político, la evocación de los resultados de los rumores no deja de ser válida pero, en este caso, la orientación es de una franca censura.

No podemos olvidarnos de la libertad de expresión pero, aunque propalar hechos falsos no forma parte de ella, resulta muy difícil fijar el límite entre lo aceptable y lo inaceptable.