miércoles, 23 de diciembre de 2015

La enseñanza universitaria en la era de internet

1. La “internet-alización” de las universidades

Una primera respuesta visible de muchas universidades se ha expresado de tres maneras:
    a. mediante la proyección de su imagen y de sus servicios a través de sitios web orientados al gran público;
    b. mediante el desarrollo de sistemas de apoyo a su labor académica: sitios de consulta para alumnos (que incluyen eventualmente apuntes de cursos), manejo de registros académicos, intranets administrativas;
    c. en algunos casos, algo más escasos, en el desarrollo de sistemas de docencia a distancia.
En este último caso podemos observar dos fenómenos que se están desarrollando en paralelo:
    c1. Los cursos a distancia de algunas universidades de renombre se están ofreciendo a toda la comunidad intelectual conectada a Internet, produciéndose de este modo una competencia donde el renombre de la universidad es evidentemente un factor promocional clave;
    c2. Algunas universidades están formando alianzas estratégicas para ofrecer cursos conjuntamente, lo cual permite un apoyo mutuo mediante la selección de los mejores cursos y el “compartir imagen”.
Un aspecto especial a tener en cuenta en la opción de la teleducación es la “extemporalidad” o “asincronía” de la docencia: los alumnos se conectan en el horario que más les conviene y deben tener –habitualmente- plazos relativamente amplios para realizar las evaluaciones en línea. (No se puede hablar ni de universidades ni de enseñanza “virtual”, por cuanto universidades y enseñanza son totalmente reales, siendo “real” y “virtual” antónimos).

2. Cambios estructurales


Pero existe otro factor que pocas universidades, a nuestro juicio, han tenido en cuenta: el de la rápida evolución de los conocimientos y la correspondiente desactualización del conocimiento de los profesionales egresados. Si recogemos la afirmación de que el conocimiento se duplica cada cinco años, tenemos que concluir que los profesionales que no se preocupan en forma permanente de mantenerse al tanto de los avances en su disciplina pierden completamente su vigencia ya a los cinco años de egresados de la universidad. Y, como lo hemos señalado, este problema no afecta solamente al mundo de la informática y de las tecnologías de comunicación: afecta y afectará cada vez más a todas las disciplinas del saber.

El remedio lo ofrecen las mismas tecnologías que potencian este avance: las tecnologías de comunicación, en particular Internet y la WWW, siempre que se conciba una adecuada estrategia de transferencia de conocimientos.
En la situación antes descrita, parece obvio que la Universidad ha de revisar la forma en que concibe su servicio a la sociedad en materia de transferencia del conocimiento. La estructura tradicional que plantea como elemento central los pre- y posgrados no está respondiendo a las necesidades reales de un mundo que evoluciona a la velocidad que hemos señalado. Pregrado, posgrado y extensión (este tercero, como “pariente pobre” de los anteriores) son un concepto ligada a un modelo de transferencia enraizado en el pasado. Corresponde a la concepción de una institución cuyo objetivo central consiste en formar a los jóvenes, para entregar a la sociedad nuevos profesionales (pregrado). Y a los más capaces o los que tienen aspiraciones mayores (o diferentes, como la investigación o la docencia), ofrece un complemento profundizador. Pero en el resto de la sociedad, sólo piensa de modo excepcional y puntual, a través de su actividades de “extensión”.

La Universidad del Siglo XXI, para cumplir su rol social, ha de concebirse sobre las nuevas bases de los requerimientos de conocimiento perpetuamente renovado. Esto significa que, en lugar de estructurarse en torno a pregrado, posgrado y extensión – asociados a períodos y plazos fijos-, ha de buscar una estructura adecuada para ofrecer una educación permanente. El profesional de mañana no podrá pensar que “sale de la universidad” en un determinado momento. Deberá permanecer en el sistema universitario durante toda su vida activa si quiere evitar la obsolescencia de sus conocimientos y la degeneración de su quehacer. Esto no quiere decir que abogamos por la supresión de los grados académicos: éstos son indicadores de calidad y de capacidad que mantendrán sin duda su importancia. Pero es más dudoso que ocurra lo mismo con los títulos profesionales, por cuanto éstos indican principalmente una habilitación para cierto tipo de tarea. Y dicha habilitación requerirá ser permanentemente actualizada.

Por ello, una Universidad “adecuada a los tiempos” debería organizar su docencia de tal modo que todo egresado pueda volver a tener acceso a la enseñanza en el momento en que el cuerpo de conocimientos de su área –o de alguna de las áreas que dominabasufra una transformación significativa. Esto significa que múltiples cursos, tanto de pregrado como de posgrado, deberían estar abiertos a los egresados que quieran o deban actualizar sus conocimientos. Obviamente, lo más probable es que no puedan asistir a clases presenciales, sea por el horario sea por la distancia. Sus conocimientos previos, además, los preparan para una forma diferente de autoconstrucción del conocimiento. 
Esto nos lleva, en consecuencia, a una concepción de la universidad cuyo objetivo fundamental no ha cambiado pero cuya presencia y cuyo “ciclo de influencia” es muy diferente, siendo mucho más prolongado en el tiempo. También obliga a considerar el uso de las nuevas tecnologías como un componente vital y no como un elemento marginal o de mero “apoyo”. Los cursos a distancia ya no pueden ser un “apéndice”: todos los cursos que enseñen materias en rápida evolución o en cuyo ámbito se han producido cambios significativos en los últimos años deberían contar con una versión enlínea (única o en paralelo con una versión presencial), abierta tanto a los alumnos “regulares” como a los profesionales en ejercicio.

La “extensión universitaria”, desde este punto de vista, ya no es un componente secundario, sino que pasa a ser un elemento intrínseco clave: tenemos una “universidad extensa”, porque se ha de considerar ahora como una “docente permanente”,que operaría con métodos de divulgación tanto presenciales como remotos. 
Para los alumnos “externos”, se habrían de establecer mecanismos adecuados de registro y de conservación de antecedentes, permitiendo que diseñen de algún modo un currículum personal de actualización y cuenten (en condiciones por determinar) con el reconocimiento y la certificación correspondiente.
Este planteamiento no tiene nada de fantasioso y diversas universidades de la región ofrecen programas de formación permanente o complementaria basados en las nuevas tecnologías aunque no necesariamente asumiendo la concepción de universidad esbozada aquí. El MIT (Instituto Tecnológico de Massachussets), las universidades Rice, Tufts, Berkeley de Californa y de Michigan tienen programas por internet abiertos a alumnos externos. El sitio web de videos educativos “Academic Earth” ofrece videocursos y clases de Yale, Harvard, Stanford, MIT, UC Berkeley y Princeton.

3. Docencia por Internet


Las TIC pueden integrarse de dos maneras a la enseñanza: incorporando los recursos comunes de internet (páginas web, redes sociales, etc.) a la docencia o bien diseñando materiales o cursos completos en la modalidad “a distancia” (e-learning). 
La séptima encuesta annual del Centre for Learning & Performance Technologiessobre herramientas para la enseñanza mostró que los diez recursos son los más valorados por los docentes que utilizan medios digitales son los que aparecen en la tabla adjunta (J.Hart, CLPT, 27/09/2013).
De acuerdo con la Encuesta Sloan de Aprendizaje en Línea 2010, aproximadamente 5,6 millones de estudiantes tomaron al menos una clase basada en la web durante el semestre de otoño 2009, lo que marcó un crecimiento del 21% respecto al año anterior, y los expertos predijeron que la educación en línea podría llegar a 14 millones en 2014 (The Next Web, 11/11/2013). Para fines de 2014, se esperaba que el 80% de los estudiantes de la educación superior norteamericana estudiasen una o varias asignaturas en línea (Pulp PR, vía eCampusNews.com, 16/06/2014). 

En otro post hablaré de las bases del e-learning y de los tipos de proyectos. 


miércoles, 9 de diciembre de 2015

RV: Realidad e irrealidad digital


Este año parece ser el del despegue de cierto fanatismo por la visión/publicación 3D o al menos en 360°. La hemos visto aparecer en la prensa digital y también en los planes de las redes sociales. Pero, al parecer, se confunden muchas veces los conceptos de realidad virtual, realidad aumentada y vídeo envolvente (360°).

ViceNews y otros profesionales ya han producido noticieros que han llamado “realidad virtual”, pero son vídeos en 360°, lo cual no tiene nada de "virtual". Un equipo chino a presentado en verdadero 3D un reportaje sobre las protestad de Hong-Kong de 2014 (requiere lentes 3D; ver aquí debajo). La “3D móvil” podría ser común en 2020.

Un vídeo en 360° no es realidad virtual, como tampoco lo es un reportaje en 3D, aunque requiera lentes 3D. La confusión, probablemente, provenga justamente de la necesidad de éstas para gozar adecuadamente de la experiencia. ¡Pero no se justifica que los periodistas o editores de medios se confundan y confundan de este modo a sus destinatarios! 

Sería más correcto, desde ahora, hablar de "espacio virtual", como han empezado a hacerlo algunos especialistas. Con los lentes VR, accedemos a un espacio que no es el de nuestra realidad del momento: puede ser tanto real (captado en otro lugar u otro momento) como total o parcialmente ficticio. 

Es dentro de ese espacio que, como lo proyectan ejecutivos de Facebook, podríamos ser capaces -de aquí a 10 años- compartir nuestras vivencias con amigos y familiares de todo el mundo mediante un casco de realidad como Oculus VR. 

Microsoft va más lejos, pretendiendo transformar nuestro entorno, proyectando en él la realidad ajena: es su proyecto RoomAlive (inicialmente llamado IllumiRoom), que combinaba una serie de proyectores con Kinect y la consola Xbox para transformar una habitación completa en sala de juegos. Se podría combinar con sus Hololens, semi-transparentes, que ofrecen una visión holográfica dentro del mismo ambiente del usuario. 




El mayor y más completo espacio virtual, por ahora, podría ser el proyecto "Immersive TV", en el que se han embarcado en 2013 varias universidades y empresas españolas, que pretende sumergir al espectador en la retransmisión de TV para que se sienta parte de la escena y pueda interactuar con los contenidos. Este proyecto va más allá de lo audiovisual, ya que pretende combinar con estas señales otros elementos que estimulen nuestros sentidos, como olores, movimientos de muebles (domótica), encendido y apagado de luces, etc., para "crear así la cuarta dimensión".(El Mundo, 29/04/2013) 

Es evidente que los cascos de realidad virtual no parecen ser la mejor solución (especialmente cuando requieren cables unidos a una computadora) y que la proyección en el ambiente es mucho más cómoda. Ésta también evita un importante defecto asociado a la visión en un casco: tiende a generar náuseas cuando el sentido del cuerpo y la forma en que se está moviendo entra en conflicto con lo que se está viendo. El espacio "inmersivo" mixto (real-virtual) parece ser la respuesta más adecuada para el futuro. 

Pero con ello estamos alterando el concepto mismo y la experiencia de la realidad. Pasar de la realidad virtual (en sentido estricto) al espacio virtual, si se generaliza, puede hacer perder el sentido de la verdadera realidad. El espacio virtual altera radicalmente la experiencia y, a la larga, puede alterar el cerebro, como la actual sobreexposición a los sistemas de transmisión inmediata desarrolla el cortex prefrontal pero frena el área de la reflexión (cfr. cap. 5 de mi libro "¿Ser digital o ser humano?"

Sin embargo, como escribí en mi blog Notibytes, los visores de realidad virtual no toman adecuadamente en cuenta el factor de acomodación de los ojos. En reposo el ojo está “diseñado” para ver de lejos, eso significa a más de 6 metros. A medida que nos acercamos más a un objeto, debe esforzarse más. Después de los 45 años, se hace cada vez más difícil mirar a menos de 25 cm y se produce un rápido cansancio, por lo que se recomienda no superar los 15 a 20 minutos a menor distancia, como ocurre con los visores de RV. (Oculus.es, 4/12/2005).