Ceder nuestros procesos de reflexión a las herramientas de la inteligencia artificial es una oferta tentadora pero también significa rendirnos a la digitalización y “operar” a través de máquinas. Podemos admitir que las nuevas tecnologías pasen a ser extensiones de nuestros propios órganos – de percepción y producción –, pero no hay razón que pueda justificar que reemplacen las funciones más elevadas de nuestro cerebro. Nuestra mente no puede ser digitalizada pero, lamentablemente, podría ser esclavizada.
Deberíamos recordar para qué queremos el conocimiento. La función principal del conocimiento consiste en asegurar nuestra adecuada adaptación al medio ambiente en que nos desempeñamos. Ésta es la razón vital, biológica. Pero existe una razón más profunda y es la de nuestro desarrollo integral como persona.
Saber más es, según Teilhard de Chardin, el camino para “ser más” y en ello se juega el futuro del Hombre:
“El porvenir del mundo está vinculado a cierta unificación social humana, que depende a su vez, en último extremo, del pleno juego, en nuestros corazones, de ciertas atracciones hacia el ser-más, atracciones sin las cuales toda ciencia, toda técnica, se deshacen sobre sí mismas.” (1967, p.169).
“Saber para ser” es la razón última de las comunicaciones y de la investigación. Pero no todos tienen conciencia de ello. Y en esto se diferencia, esencialmente, el pensamiento teilhardiano del pensamiento de Toffler y de otros estudiosos de los actuales cambios culturales, para quienes “saber es poder”, lo cual podría llevarnos a la “Tecnópolis” que denuncia Neil Postman. No podemos permitir que la tecnología se vuelva totalitaria. El progreso humano no reside en la acumulación – cada vez mayor – de datos. La última palabra no puede ser dejada a quienes pretenden ser los nuevos “dueños” de este poder sino que ha de distribuirse pacíficamente a todos.
El fin de la comunicación no es, por esencia, la acumulación del conocimiento sino la realización del “ser en sociedad”, donde el diálogo y la entrega de sí-mismo es esencial. A decir del biólogo Humberto Maturana, no solo tenemos una tendencia innata a recolectar todo lo que podamos, sino también una tendencia innata a compartir. Y la “mirada del otro” es determinante para “convencernos” de actuar de este modo (Maturana, 1990, p.80). Este autor coincide plenamente con Teilhard de Chardin cuando escribe que la historia de los homínidos es por esencia una historia basada en el compartir. Y agrega que “el espacio social surge bajo la emoción de aceptación del otro, bajo el amor y cada vez que eso se acaba, se acaba la dinámica social” (Maturana, 1990, p.95).
Las NTIC nos ofrecen una nueva oportunidad para ampliar nuestras relaciones humanas. Las redes sociales son una oportunidad para conservar el carácter humano de las comunicaciones, pero sólo si logramos evitar que sean manipuladas para otros fines.
Como dice Manuel Castells “La nuestra es una sociedad red, es decir, una sociedad construida en torno a redes personales y corporativas operadas por redes digitales” (Castells, 2014, p.139). Y el hombre actual, al menos para el 40% de la humanidad con acceso a las tecnologías digitales, se encuentra inserto en esta trama. Consciente gracias a su sistema nervioso (red de neuronas), comunicado con otros e informado gracias a la red de redes, es un “hombre-red”, pero es ante todo un Ser Humano y no un ser digital. Y el ser humano es a la vez físico, biológico, psíquico, cultural, social e histórico. Es una unidad compleja que está completamente desintegrada no solo en la red sino también, como señala Edgar Morin, en la educación a través de las diversas disciplinas, lo cual imposibilita aprender lo que significa ser “humano”. “Hay que restaurarla de tal manera que cada uno desde donde esté tome conocimiento y conciencia al mismo tiempo de su identidad compleja y de su identidad común a todos los demás humanos.” (E.Morin, 2011).
Referencias
Castells, M. (2008): “Comunicación, poder y contrapoder en la sociedad red (II). Los nuevos espacios de la comunicación”, Telos, n°75, abril-junio 2008
Maturana, H. (1990): Biología de la cognición y epistemología, Temuco (Chile), Universidad de la Frontera.
Morin, E. (2011): Los siete saberes necesarios para la educación del futuro, París, Unesco.
Teilhard de Chardin, P. (1967): La activación de la energía, Madrid, Taurus.
Extracto de mi libro "¿Ser digital o ser humano?",
INCOM-Chile, 2015. PDF
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