¿El cerebro de un "maestro" es diferente del de su aprendiz y de una persona sin conocimientos en el mismo campo?
Las investigaciones sobre el cerebro han permitido encontrar una respuesta a esta pregunta. Han podido demostrar que el cerebro cambia cuando aprende: no se crean nuevas células, pero las conexiones neuronales cambian, como demostraron los científicos del University College de Londres, cuando estudiaron los cambios producidos en los taxistas de esta ciudad al estudiar su mapa y memorizar la ubicación de sus 25.000 calles (Kaku, p.185).
El neurólogo Daniel Levitin dice: "La imagen que surge de estos estudios es que son necesarias diez mil horas de práctica para alcanzar el nivel de maestría que se espera de un experto de talla mundial en cualquier campo." (p.186)
¿Podrían estas conexiones ser modificadas mediante algún procedimiento tecnológico? Existen múltiples laboratorios que están investigando la posibilidad de implantar recuerdos en forma artificial o eliminarlos. Experimentos con moscas de la fruta y con ratones han mostrado que se podía activar o bloquear un gen del cual depende la facultad de aprender (p.166). Teóricamente sería factible insertar electrodos en el hipocampo (parte central del cerebro, que controla la formación de recuerdos), grabar los impulsos que genera al recibir información y luego reenviar dichos impulsos a otro hipocampo (de otro animal de la misma especie o quizás otro ser humano) y generar por lo tanto en este la apariencia de poseer este recuerdo. En 2011, científicos de la Universidad de Wka Forest y de Southern California lograron registrar un recuerdo creado por ratones y conservarlo en un computador para luego reenviarlo a un ratón que no recordaba la tarea (pp.153-154).
Estamos aún muy lejos de conseguir este tipo de posibilidad para los seres humanos, pero no se descarta que pueda ocurrir dentro de algunas décadas (p.156), sea mediante implante sea mediante un casco de electroencefalografía o algo similar. Esta posibilidad levanta ya, como era de esperar, múltiples preguntas de orden ético. Y los peligros de grabar recuerdos y traspasarlos a otra persona ya han sido abordado magistralmente por la ciencia ficción en el film Proyect Brainstorm de 1983. Muestra como una científica sufre un ataque al corazón que resulta mortal mientras graba la totalidad de su experiencia. Cuando otra persona reproduce la grabación, conectada a su propio cerebro, para saber lo que pasó, también sufre un infarto y muere. "Proyecto Brainstorm ponía de manifiesto, como una profecía, no solo la promesa de esta tecnología, sino también sus riesgos potenciales. Debía ser ciencia ficción, pero hay científicos que creen que asuntos como estos ocuparán en el futuro los titulares de las noticias y se discutirán en los juzgados." (p.174)
Referencia
Kaku, M. (2014): El futuro de nuestra mente, Penguin Random House.
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