martes, 5 de noviembre de 2024

Comunicarse Y conocerse a sí-mismo

 En la comunicación interpersonal se pueden distinguir varias formas que implican a su vez diversos niveles de compromiso de la persona.

Una primera forma, al nivel más bajo es lo que ocurre cuando saludamos de paso a un desconocido o pedimos perdón si le damos involuntariamente un empujón. La podríamos llamar "comunicación anónima".

Una segunda forma es la habitual cuando tenemos un intercambio para realizar algún negocio, por ejemplo con el almacenero o pidiendo consejo a un abogado. Se basa en la función del tercero, por lo que podemos llamarla "comunicación funcional". Es la que domina, evidentemente, en el uso de los medios masivos de comunicación, en la educación, en el trabajo.

El siguiente nivel es cuando pasamos a una relación de amistad que, especialmente en los países latinos, puede ser relativamente superficial. Llamémosla "comunicación asociativa".

Finalmente, la amistad puede profundizarse e implicar un verdadero compromiso mútuo. Elevarse a dicho nivel exige un compromiso que arriesga toda la existencia. Ya no se está en el orden de la función, del saber o de la ciencia sino en el del testimonio de lo más profundo de la persona. Esto implica el reconocimiento por ambos de una autoridad superior a ambos en el orden de los valores (Colle, 1971, pp.11 y 12, basado en Mehl). Se establece entonces una comunión "en que los dos se unen en un nosotros, al buscar el término que trasciende el diálogo" (ibidem, p.12, citando a Mehl p.26). Así, el Yo y el Tú "ven su conciencia fundada sobre una realidad superior que es su fuente común y la garantía de su complementariedad, al mismo tiempo que su término común" (ibidem, citando a Amado, p.97). 

Esta es la mejor vía para llegar a conocerse uno mismo: este tipo de contacto con el otro nos descubre a nosotros mismos nuestros límites y nuestras mentiras. Ayuda a "limpiar el corazón". "Sólo se llega a ser uno mismo cuando se adquiere la capacidad de reconocer al otro, y se encuentra con el otro quien puede reconocer y aceptar la propia identidad." (Papa Francisco, n°18)

El papa Francisco señala el corazón como el artífice de este tipo de encuentro, que es también el mejor modo de conocerse a sí-mismo: "Es el corazón que crea las posibilidades de encuentro" y lo hace posible (ibidem, n°12 y 17). En la mayoría de los encuentros, no se alcanza - ni se necesita - recorrer el difícil camino que esto implica.

Ni la filosofía ni, menos, la biología han considerado el corazón como la sede del pensamiento humano, aunque, sin duda, los seres humanos se han referido a él muchas veces al hablar simbólicamente de sus pasiones y especialmente del amor erótico. Es más fácil y común considerar la inteligencia y el pensamiento racional, hablar de la mente (y del cerebro como su sede) como centro de la realidad personal.

El papa Francisco ha querido "revalorizar" y precisar el concepto de "corazón" en una reciente encíclica. Cómo define este concepto, en su visión del mismo:

"El corazón es el lugar de la sinceridad, donde no se puede engañar ni disimular. Suele indicar las verdaderas intenciones, lo que uno realmente piensa, cree y quiere, los “secretos” que a nadie dice y, en definitiva, la propia verdad desnuda." (n°5)

"Se podría decir que, en último término, yo soy mi corazón, porque es lo que me distingue, me configura en mi identidad espiritual y me pone en comunión con las demás personas." (n°14)

"Compete al hombre precisamente en cuanto totalidad." (n°15)

Conocer el propio corazón es conocerse a sí-mismo, pero es difícil, estima el papa:

"Quizás porque no era fácil colocarlo entre las ideas “claras y distintas” o por la dificultad que supone el conocimiento de uno mismo: pareciera que lo más íntimo es también lo más lejano a nuestro conocimiento." (n°10)

"Si el corazón está devaluado también se devalúa lo que significa hablar desde el corazón, actuar con corazón, madurar y cuidar el corazón. Cuando no se aprecia lo específico del corazón perdemos las respuestas que la sola inteligencia no puede dar, perdemos el encuentro con los demás, perdemos la poesía. Y nos perdemos la historia y nuestras historias, porque la verdadera aventura personal es la que se construye desde el corazón" (n°11)

Se necesita "que la inteligencia y la voluntad se pongan a su servicio (...) y que también la imaginación y los sentimientos se dejen moderar por el latido del corazón." (n°13). 

Esto hace que sean extremadamente difíciles las amistades basadas en las redes sociales. Aunque las cuentas tengan el nombre de sus poseedores, muchas veces se puede considerar la comunicación como anónima, porque el nombre declara (@algo) puede ser un seudónimo y, la mayoría de las veces será una comunicación funcional, como ocurre con todos los medios de comunicación. Creer que se pueda desarrollar de este modo una amistad es autoengañarse - lo cual parece frecuente, especialmente entre los jóvenes - a no ser que lleve finalmente a un encuentro en persona: el cara-a-cara es esencial para la comunicación de corazón-a-corazón. La "amistad on-line" tiende más bien a ser lo más frecuentemente una "comunicación asociativa".

Referencias

Amado Levy-Valensy, E. (1967): La communication, Paris, Bibliothèque de Philosophie Contemporaine.

Colle, R. (1971): Las relaciones interpersonales: Elementos básicos de filosofía de la comunicación social, SEDECOS, Santiago.

Mehl, R. (1955): La rencontre d'autrui, Neuchatel (Suiza), Delachaux et Niestlé.

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